Todos los perros van al Cielo

Recién varios días más tarde puedo realmente escribir sin llorar todo lo que se me cruzó. Es más un descargo emocional necesario más que autobombo como se suele dar. Acá va la historia de una pérdida no convencional desde el lado más sensible que tengo: mi perro.

Creo que uno no llega a comprender del todo el tema si no pasó por lo mismo o no siente ese mismo amor que uno. En lo superficial, parece hasta un poco cursi dedicar tanto para alguien que no lo puede leer. Pero para el que está en este club, hasta unas palabras son una palmada en el hombro reconfortante. #ParáCursi #SorryNotSorry

El gordo llegó cuando tenía 10 años, dos semanas después de mi Primera Comunión, una antes del cumpleaños de mi vieja. Por este motivo nunca definimos bien de quién era...aunque era obvio.
Vino en brazos de mi vieja de sorpresa después de un partido de fútbol de mi hermano.
Me acuerdo que movía mucho la cola y era tan chiquito que cuando tomaba agua de su cacharrito se le mojaban las orejas. Era morfable.
Le puse Nick, no Nicky, ni Nike, ni Nikki o derivados...y le puse Nick no por Nickelodeon como pensaron mis viejos, sino por Nick Carter, en su momento cantante de Backstreet Boys porque idiota siempre.
Hace unos días una amiga me dijo que el nombre le parecía "nefasto". ¿Quién más podría haber sido sino la madrina del perro? Sí, mi perro tenía madrina. Devuelta, #IdiotaSiempre.

Mientras fue creciendo, sus líos de chiquito se agrandaban. No había nada que no se comiera: anteojos, ipods, mp3, ojotas, zapatos, zapatillas, aguja e hilo, casi unos aparatos movibles, etc.
Mientras fue creciendo, más fallado lo notamos: alérgico, un testículo sin bajarle, asmático, tuvo que ser castrado, quistecitos, etc. #MostFuckedUpDogEver
Mientras fue creciendo, más mañoso con la comida se puso: cuando antes era fana de todo lo que se cayera de la mesa, hacia el final seleccionaba según le pintaba el día si quería pollo, carne, pescado, o un tomate. ¡Cómo si hubiera similitudes en la comparación, señor!
Mientras fue creciendo, más paja se fue volviendo: antes jugábamos con todo lo que hubiera a su alcance, o cualquier cosa que rebotara. Después directamente dejó pasar por al lado de él las pelotas, sin querer buscarlas, ni morder las botellas, sino esconderse de ellas.
Podría mencionar mil cosas que cambian con la edad, pero es lo obvio, porque todos cambiamos al crecer. Lo único que no cambió fue lo bueno que era con todos, tanto personas como animales.

Hace unos años vi una imagen que me siguió hasta el día de hoy inclusive (no la encontré, sino la pondría), decía: Cuando somos chicos y se integra un cachorro a la familia, jugamos, lo paseamos con entusiasmo, le damos de comer, hacemos de todo juntos. Mientras crecemos, nos centramos más en salir, estar con amigos, descubrir experiencias nuevas, pero ellos siempre van a estar ahí esperando nuestro regreso con la cola moviéndose de alegría. Cuando ya pasamos esos años, estamos buscando mudarnos o ya estamos en eso, casi que ni visitamos y ese perro ya adulto, entrado en años, esperará, aún con alegría, volverte a ver y poder estar con vos. Pero quizá un día, la vuelta sea eterna y el reencuentro no se lleve a cabo.
Onda, ¿por qué? ¡Qué necesidad Facebook de hacerme ver algo así?
Igual, lo dejé que decante en mi memoria porque me pareció algo muy realista. Hace unos días me reprochaba no haber querido estar en casa, enfocarme en trabajo, facultad y salir que sólo venía a dormir y casi ni vi al gordo en 3 días. La culpa que sentí me duró varios días. Angustia. Enojo.

Una amiga me dijo que no me centre en eso, que me centre en su vida de todos los días. Y es lo que mejor me llevo. Cada recuerdo si bien me dan ganas de llorar, también me hacen sonreír, porque sé que fue feliz y sé lo feliz que me hizo a mí, mi familia y mis amigos.
Me llevo conversaciones, paseos, juegos, mordidas, mariconeo, aullidos, ronquidos, fotos, noches de tormenta, noches de celebraciones, cumpleaños, de todo.

Hoy me desperté con tremendo trueno y lo primero que pensé fue en el gordo, a ver si se había asustado, o si estaba debajo de la mesa agitado como solía pasarle...hasta que me acordé. No paro de buscarlo con la mirada cada vez que llego a casa, esperando que me reciba como solía hacerlo siempre.

Si tenés una mascota, cuidala, amala, pensala, mimala como si fuera el último día y supieras que es su último día. Si no tenés una mascota porque no te cabe, respetá a los animales y las opiniones de los demás, así como los sentimientos de quienes pierdan a un amigo, un hermano, un hijo, hecho animal.
Con las mascotas vas a poder aprender qué es amar sin medida, sin esperar nada a cambio, dándolo todo.

Mi perro murió con un infarto y creeme, fue de las peores cosas que vi en la vida. Pero lo peor fue entrar en el shock de "¡¡AH!! ¿¡qué carajo hago si vi algo hace años en Google!?". No sé, cada tanto viene bien estar listo. Cuando mi cerebro reaccionó ya era tarde...o ya era la hora. (Si te interesa saberlo, Googleá o entrá acá.)
Uno no sabe el cómo ni cuando, pero siempre espera que sea lo mejor, que no sufran, y que haya vivido una vida plena.
Al menos una de las tres estoy segura que cumplí.

Ya te extraño gordo.
#TeAmoAmigo